“Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban” -Juan 28:17.
Cuando los discípulos vieron a Jesús, le adoraron. La adoración es la respuesta de los creyentes ante la revelación de Dios en sus vidas. La adoración genuina no está limitada a un lugar en particular como en el caso del Templo en los tiempos del Antiguo Testamento, sino que está cimentada en una relación espiritual entre el adorador y Dios mediante la fe en Jesucristo. La adoración en el Nuevo Testamento no depende de los ritos ceremoniales ordenados en la ley de Moisés. Antes la adoración se realizaba desde afuera hacia adentro. Ahora la adoración se hace desde adentro hasta afuera, es en espíritu y en verdad. Adoramos al Señor cuando Él es nuestro mayor deleite en esta vida. Por esta razón, Dios está buscando verdaderos adoradores:
“Más la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” -Juan 4:23-24 Reina-Valera 1960 (RVR1960)
La adoración no es un rito de fin de semana, es una forma de vida diaria en donde la vida se considera un acto de adoración o de servicio ante el Dios que valoramos y amamos.
1 “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. 2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Romanos 12:1-2 Reina-Valera 1960 (RVR1960)
Adorar al Señor es presentar nuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable para Él. Es hacer todo lo que hacemos para su gloria. “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Cor. 10:31).
Adorar a Dios incluye:
• Una vida de oración, de acción de gracias, y de ofrendar para su obra.
• Una vida de evangelismo personal.
• Una vida de confesión constante de nuestros pecados.
• Una vida de predicación y enseñanza de la Palabra de Dios, de cantar alabanzas y salmos al Señor.
- Una vida de lectura y estudio de las Sagradas Escrituras.
• Una vida de fe. Un misionero de Dios no duda como algunos discípulos. Echa fuera toda incredulidad y es ante todo un adorador. Entrega su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios todos los días. Para esto fuimos creados, para adorar a Dios.
¿Eres un adorador de Dios? ¿Quisieras ser un mejor adorador en espíritu y verdad? ¿Quisieras entregar tu vida en sacrificio de adoración a nuestro precioso Señor? “Señor, yo quiero ser un verdadero adorador. Enséñame a valorarte, a honrarte y a servirte. Quiero llevar una vida de oración, de acción de gracias, de fe y confianza en ti. Yo quiero ser un adorador tuyo Señor”.